Estados-Unidos 2015

Sabíamos que la salida sería una jornada cargada de emociones contradictorias, nerviosismo y temor. ¿Éramos conscientes de lo que suponía realmente? 

El día comenzó con una grata sorpresa, ya que la fragata Latouche-Tréville, que debe su nombre al comandante histórico de L’Hermione, nos acompañó al amanecer.

La fragata Provence, recién salida de su astillero, decidió desviarse unos minutos de su ruta para una sesión de fotos junto a nosotros cargada de simbolismo.

La noche fue lenta para todos, con los turnos entretenidos con un curso de pesca de atún para los del tercio de babor, impartido por el jefe de turno y antiguo pescador Dominic, o incluso unas nociones de sueco para los del turno central.

Una larga jornada con más maniobras que las tres anteriores juntas; después, un chapuzón y una comida al atardecer sobre la cubierta, todos juntos.

Un primer descanso real tras 10 días en el mar, físicamente agotadores, suele ser el momento de darse cuenta de hasta qué punto la travesía nos obliga a superarnos, sobre todo a bordo de L’Hermione.

Es un prestigioso velero de regata, ganador de la Ruta del ron de 1982, que terminó cuarto de su categoría en la edición de 2014. Pero lo más importante es que está en manos de una tripulación del Liceo Marítimo de La Rochelle. Entre la tripulación de L’Hermione hay varios voluntarios procedentes de esta institución, uno de los cuales es, además, jefe de turno a bordo del K VIII para este viaje transatlántico. El viaje se realiza bajo la supervisión de dos timoneles profesores de la institución, a los que tendremos la ocasión de volver a ver visitando el barco durante una futura escala americana. 

Poco a poco, la mar también se encrespó y navegamos con un oleaje de 2 a 3 metros durante 24 horas.

Nada menos que 14 velas que nos permiten sacar el máximo partido de los vientos alisios para avanzar ante un ciclo de borrascas que nos cierra el paso. Resultado: en las últimas 24 horas hemos mantenido una media más que razonable de 7,5 nudos.

Alimentado por las altas temperaturas del mar, el viento frío de ayer nos ha vuelto a atrapar hoy y nos ha hecho revivir los recuerdos de las pruebas del otoño de 2014.

Tras tres semanas en el mar, pusimos un pie en tierra hacia las 10 de la mañana del martes para hacer una escala exprés en un pequeño trozo del paraíso perdido en mitad del Atlántico. 

Cambio de ambiente: esta vez, L’Hermione atraca en el corazón de una gran ciudad, delante de los rascacielos. 

Esta escala nos recuerda el 4 de mayo de 1780, fecha en la que L’Hermione fondeaba delante de Filadelfia y acogía a bordo al Congreso americano.

En el muelle, cerca de la fragata portuguesa Sagres, nuestra fragata recibe a un público muy numeroso a bordo. 

Esta breve escala en Nueva Escocia fue, sin embargo, una de las más intensas del viaje. En poco más de 24 horas, acogimos varios eventos privados y realizamos el último relevo antes de la travesía transatlántica, con el desembarque de 28 gavieros y la llegada de 30 nuevos voluntarios.

Si avanzamos en la dirección equivocada, ¡lo hacemos con clase! Efectivamente, batimos el récord de distancia en 24 horas, entre el medio día de ayer y hoy, con 215 millas náuticas recorridas a una velocidad media de unos 9 nudos.

Sentimos tristeza y felicidad al mismo tiempo. Mil emociones, confusas y desordenadas vienen y van. Oleadas literales de emociones en medio de la locura durante este desfile surrealista.